viernes, 21 de enero de 2011

EL TORITO BLANCO DE LA LAGUNA

Fuente: http://www.espejodepapel1.blogspot.com/ Por Cecilia Alfaro Gil

Cuenta que una pareja de ancianos que no habían podido tener hijos en sus largos años de matrimonio tenían una vaca a la cual cuidaban con esmero. Una mañana el anciano se percató que su vaca preciada estaba preñada y al cabo de unos meses recibieron en casa a un hermoso torito blanco, quien rápidamente se robó el corazón de sus amos.

Una mañana el anciano fue a la orilla de la laguna a recoger totora, acompañado de su torito blanco, quien mientras comía distraídamente fue sorprendido por un enorme toro negro de grandes cuernos que emergió del fondo de la laguna.

Este se dirigió al torito y le dijo:

– Oye, presumido torillo blanco, has osado asomarte por mi laguna, yo te reto a un duelo.

El torito blanco, muy asustado trató de convencerlo que no era necesario, se disculpó y ofreció alejarse de la laguna y no volver más, pero el toro enfadado sentenció:

– Si no piensas comportarte con honor, me llevaré conmigo al anciano que te acompaña.

El torito blanco volteó de inmediato para ver a su anciano amo y sin dudarlo le dijo:

– Por favor, te suplico me permitas antes, volver a casa a despedirme de mis amos, estos morirían de pena si no volviera a casa sin explicación alguna.

El enorme y majestuoso toro negro de la laguna aceptó. Ese mismo instante pactaron encontrarse en la próxima noche de luna llena, con la condición de que si no se cumplía el acuerdo, saldría de su laguna para ir en busca del torito blanco y de sus ancianos amos.

Todo el camino de regreso a casa el torito no dijo ni una palabra, al llegar la noche, sus amos cuestionados por su silencio y su profunda tristeza, le dijeron:

– ¿Qué te pasa torito blanco, por qué tanta tristeza?

El torito no pudo callar más y en medio de lágrimas contó su desafortunado encuentro con el majestuoso toro negro de la laguna. Pero, al ver la angustia de sus ancianos amos, levantó la cabeza y los animó diciendo:

– Queridos amos, me presentaré al duelo con la fuerza de su amor, y aunque no vuelva, quiero que sepan que cada noche de luna llena estaré con ustedes.

Los ancianos no tenían consuelo, no hacían más que observar y acariciar a su preciado torito blanco. Al cabo de dos noches, vieron asomar en el firmamento, a la vez que una espina se clavaba en sus corazones, la luminosa luna llena. El día pactado para el lamentable enfrentamiento había llegado.

El torito blanco se despidió de sus amos, ellos quisieron acompañarlo pero él les suplicó que no lo hicieran.

Se dirigió a la laguna y sin tiempo de nada, casi de inmediato y silencioso, emergió de las profundidades el majestuoso toro negro, fijó sus ojos en el pequeño torito blanco y sin pensarlo lo embistió. Nuestro amigo luchó con todas sus fuerzas, fue impresionante su resistencia, pero no pudo más contra los embates del enorme toro negro. Sin más aliento ni esperanza, fue arrastrado hasta las profundidades de la laguna.

A partir de ese día, cada vez que hay luna llena, los ancianos van hasta la laguna con la esperanza de volver a ver a su hermoso y preciado torito blanco.

EL MISTERIO DE LA LAGUNA

Fuente: Elva Amelia Soto Arévalo


En un pueblo llamado Sorochuco, vivía una niña llamada Valentina. Ella vivía con sus padres Ana y Hernán en una choza muy cerca al bosque. Desde que tenían idea se habían dedicado a la ganadería. Criaban ovejas, gallinas y vacas.

Una mañana el papá de Valentina se levantó muy temprano y le dijo:

– Hijita anda pastea las ovejas, llévalas al bosque, pero no te demores, porque tienes que llegar antes del medio día.

Valentina le respondió:

– Ya papá no te preocupes voy a ir rápido y estaré aquí antes del medio día.

Ana, la mamá de Valentina escuchó la conversación y se acercó donde su esposo y le dijo:

– Herman porque has mandado a Valentina sola al bosque, le puede pasar algo, tú sabes que es muy peligroso.

Él le respondió:

– ¡Ay! Ana no seas exagerada… no te preocupes, no le va a pasar nada, el bosque en la mañana está tranquilo.

Pasó un buen tiempo y Valentina seguía en el bosque pasteando sus ovejas, cuando una de ellas se alejó de la manada y se acercó a la laguna, encontró una cueva y se metió. Valentina corrió, se asomó por el hoyo y vio a su oveja dentro y la escuchó balar.

Ella se asustó y decidió entrar a la cueva para rescatar a su oveja, en eso se dio cuenta que habían unos niños jugando, eran muy bellos que se reían mucho. La niña caminó, y caminó hasta que encontró una cinta roja, un carro de juguete y una muñeca tirados en el piso. La niña cogió los juguetes y salió, después de liberar a su ovejita. Luego se fue muy nerviosa a su casa.

Escondió lo que había encontrado y se puso a jugar. En la noche todos se fueron a dormir.

La mamá de Valentina estuvo muy preocupada porque veía que ella estaba “rara”.

Ana le dijo a Hernán:

– No sé qué tiene Valentina, está demasiado nerviosa.

– Mañana tenemos que hablar con ella, ahora hay que dejarla dormir.

Esa noche a Valentina se la llevaron los dueños de los juguetes, que resultaron ser unos duendes.

Sus padres, al día siguiente, no supieron qué había pasado con su hijita, hasta que encontraron los objetos que Valentina había sustraído de la cueva. La madre lo entendió todo, porque ella, cuando niña, pasó lo mismo, con la diferencia que no sacó nada de la cueva.

Ha pasado mucho tiempo y los padres de la niña, aún la siguen buscando, si tú un día ve unos juguetes abandonados en alguna cueva, no los toque, porque de lo contrario sus dueños vendrán para llevarte.

LA LAGUNA DE PACA

Fuente:  José Dávila. Recogido en Paca, Junín.

Esta laguna guarda entre sus aguas las más fascinantes historias y relatos, ubicada en el Valle de Mantaro, en la provincia de Jauja. Se ha convertido en el punto de encuentro de propios y extraños.


El tambor rodaba sonando cada vez más fuerte. Los viejitos volvieron la cara y quedaron convertidos en piedra blanca. El tambor rodaba, rodaba, hasta que llego al pueblo y reventó. De él salio tanta agua que anego los campos, las casas, hasta convertir el pueblo en una laguna.
Una vez bajo dios a la tierra. Llamo a la puerta de una casa. Sin abrir le gritaron, ¡fuera sucio! Entonces siguió su camino. A poco llamo a otra puerta, vivían allí dos pobres viejecitos que a esa hora preparaban su comida en una ollita de barro. La comida era tan escasa que apenas alcanzaba para una persona, entonces dios puso las manos sobre la ollita y la comida aumento y de ella comieron los tres. Cuando terminaron dijo dios: Vamos. El viejito antes de salir sacó de su casa su tambor. Subieron un cerro. Los viejitos caminaban por delante, dios por detrás. Al cabo de un rato dios pidió al viejito su tambor. Entonces dijo dios: no vayan a volver la cara y soltó el tambor.

                  

El mito del cóndor

 Recogido de Gloria Tamayo. Cuzco, Perú.

Se dice que en una comunidad, un hombre vivía con su hija. La hija pastaba las ovejas, llamas y otros animales. Cada día un joven vestido con elegancia iba a visitarla. Tenía un traje negro hermoso, chalina blanca, sombrero y todo. Cada día iba a visitar a la mujercita, y se hicieron buenos amigos. Jugaban a todo. Un día comenzaron a jugar de esta manera: “Alzame tu y yo te alzaré”. Bueno, comenzaron el juego, y el joven alzo a la mujercita. Recién cuando la había alzado en alto, la mujercita se dio cuenta de que estaba volando.

El joven puso a la mujercita dentro de un nicho en un barranco. Allí el joven se convirtió en cóndor. Por un mes, dos meses, el cóndor criaba a la mujercita. Le daba toda clase de carne: carne asada, carne cocida. Cuando habían estado unos años juntos, ella llego a ser mujer. La jovencita dio a luz un niñito, pero lloraba día y noche por su padre, a quien había dejado en la comunidad. “¿Cómo puede estar solo mi padre? ¿Quién está cuidando a mi padre? ¿Quién está cuidando a mis ovejitas? Devuélveme al lugar de donde me trajiste. Devuélveme allá”, le suplicaba al cóndor. Pero él no le hacia caso.

Un día un picaflor apareció. La joven le dijo: “¡Ay, picaflorcito, mi picaflorcito! ¿Quién hay como tú? Tienes alas. Yo no tengo ninguna manera de bajar de aquí. Hace más de un año, un cóndor, convirtiéndose en joven, me trajo aquí. Ahora soy mujer. Y he dado a luz a su niñito”. El picaflor le contestó: “Escúchame joven. No llores. Te voy a ayudar. Hoy día iré a contarle a tu papá donde estás, y tu papá vendrá a buscarte”. La joven le dijo: “Escúchame, picaflorcito. ¿Conoces mi casa, no? En mi casa hay hartas flores bellas, te aseguro que si tú me ayudas, toditas las flores que hay en mi casa serán para ti”.

Cuando dijo eso, el picaflor volvió contento al pueblo, y fue a decir al padre de ella: “He descubierto dónde está tu hija. Está en el nicho de un barranco. Es la mujer de un cóndor. Pero va a ser difícil bajarla. Tenemos que llevar un burro viejo”, dijo el picaflor, y contó su plan al viejo. Fueron, llevando un burro viejo. Dejaron el burro muerto en el suelo. Y mientras el cóndor estaba comiendo el burro, el picaflor y el viejo ayudaron a la jovencita a bajar del barranco. Después llevaron dos sapos: uno pequeño, otro grande, y dejaron los sapos en el nicho del barranco. Bajaron el viejo y su hija y fueron hacia el pueblo. El picaflor fue donde estaba el cóndor, y le contó: “Oye, cóndor. Tu no sabes que desgracia hay en tu casa”.
“¿Que ha pasado?” el cóndor le preguntó.
“Tu mujer y tu hijo se han convertido en sapos”. Bueno, el cóndor se fue volando a ver. Ni la joven, ni su hijo estaban dentro del nicho, solamente dos sapos. El cóndor se asustó, pero no pudo hacer nada; y el picaflorcito está todos los días entre las flores en la casa de la jovencita. Mientras ella, su hijo y su padre viven felices en la comunidad.

                         

Mundo Fantástico

José María Arguedas

El folklore puede servir para los educadores como una fuente o material para la educación misma, pero sobre todo puede servir como información para conocer el espíritu, el modo de ser de los estudiantes y la comunidad en el cual uno trabaja. Un maestro no puede formar a sus niños, no puede ponerse en comunicación íntima, sencilla y cariñosa con los niños, si no sabe como es su espíritu. El modo de ser de los niños de la costa es muy distinto al modo de ser de los niños de una comunidad andina, porque sus costumbres son muy distintas.

Esta diferencia de costumbres y de modo de ser, es para el educador quizá lo más importante para acercarse al espíritu de los niños para ganar su confianza y su amistad, sin el cual no es posible ninguna forma de educación, ni mucho menos de instrucción.                                                     

 

LA PASTORITA

http://www.youtube.com/watch?v=_sjVAGVA1UU&feature=related

EL TORITO DE LA PIEL BRILLANTE